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¿Cuál es el verdadero costo de usar software “gratis” para compartir archivos?

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A todos nos gustan las cosas gratis. ¡Nos encanta conseguir algo que queremos sin gastar dinero!  Pero, ¿ha pensado que lo que es “gratis” en realidad podría tener su costo de alguna otra manera?

Es probable que haya oído el término “freemium”. Se forma con dos palabras en inglés: “free”, que significa gratis, y “premium”, que significa calidad superior. Según Freemium.org, la palabra freemium describe un modelo comercial en el cual una compañía entrega gratis un producto base, pero genera ingresos vendiendo algún tipo de producto premium para cubrir el costo del producto gratuito. Freemium.org cita como ejemplo de este modelo las descargas de música. Una banda puede dejar que sus admiradores descarguen música gratis con la esperanza de tentarlos para que, más tarde, compren costosas entradas para un concierto.

Las tiendas minoristas han utilizado un modelo similar por años, pero lo llaman “BOGO”, sigla en inglés que significa “compre uno, lleve uno gratis”. Uno compra un artículo al precio de venta habitual y recibe gratis un segundo artículo. Por supuesto, el precio incluye un abultado margen de ganancia que cubre el costo del artículo que el cliente cree estar llevándose gratis. Los restaurantes de comidas rápidas también utilizan la técnica BOGO. Si usted compra un producto del menú premium al precio normal, recibe gratis un refresco o una porción de papas fritas. Al restaurante, el refresco o las patatas fritas le cuestan muy poco y el producto del menú premium tiene un buen margen de ganancia, de manera que, cuando usted compra esta oferta, el restaurante gana. Supongo que usted también gana, si pensaba comprar ese producto de todos modos. Al menos, ahorró el dinero que habría pagado por el refresco o las papas.

La industria del software y las aplicaciones móviles también tiene un modelo freemium, aunque no coincide exactamente con la definición de Freemium.org, según la cual el cliente recibe algo gratis pero no sin tener que pagarlo de algún otro modo. Podemos descargar muchas aplicaciones útiles en nuestros teléfonos inteligentes y nuestras computadoras sin pagar dinero, pero sin dudas las pagamos de otras maneras.

Modelo de aplicaciones para teléfonos y computadoras basado en anuncios 

La industria del software y las aplicaciones móviles utiliza principalmente un modelo basado en la publicidad para cubrir el costo del desarrollo y la entrega de esas aplicaciones gratuitas que tanto nos gustan. Funciona así:

Un desarrollador de software crea una aplicación. Puede ser para una plataforma de teléfono inteligente, para PC o tal vez para ambas. El desarrollador coloca el software en una tienda de aplicaciones o en un sitio web, y anima a las personas a descargarlo gratis. Llega un usuario que quiere tener esa aplicación. Hace clic en “descargar” y aparece el contrato de licencia para el usuario (ULA), también conocido como “la letra chica”. El ULA normalmente explica, en términos vagos, qué hace el software y qué cosas acepta el usuario a cambio del derecho a utilizarlo.

El ULA puede pedirle permiso para hacer algunas cosas, como acceder a Internet desde el dispositivo, acceder a la ubicación, el calendario o la lista de tareas del usuario, o incluso escribir en el archivo de configuración del dispositivo. Si el usuario se toma el tiempo necesario para leer el ULA —algo que muchos no hacen—, se enterará de que el software, gracias a esos permisos, recopila mucha información acerca de la persona y su dispositivo, y la comparte con terceros, a menudo con el pretexto de “mejorar la experiencia del usuario”. La información recopilada varía según la aplicación, pero puede incluir la ubicación geográfica del usuario (que puede ser bastante explícita), la lista de contactos del dispositivo, los sitios web que el usuario visita, los mensajes de texto almacenados en un teléfono inteligente, el identificador único del dispositivo (por ejemplo, la dirección del protocolo de Internet [IP] o la identidad internacional del equipo móvil [IMEI] de un teléfono inteligente), y más. A menudo, mucho más.

El desarrollador de la aplicación luego comparte esta información con terceros que, muchas veces, son redes publicitarias. Estas compañías desean obtener tantos detalles como sea posible para poder crear un perfil de ese usuario. Una vez que desarrollan el perfil de un usuario, las redes publicitarias se lo venden a anunciantes que, de este modo, tienen la oportunidad de insertar anuncios dirigidos en el dispositivo de ese usuario. (El permiso para insertar ese anuncio puede o no estar oculto en el ULA).

Usted ha visto estos anuncios emergentes cuando navega en Internet, ya sea en su PC o en su teléfono inteligente. Parecen estar muy focalizados en sus intereses y, de hecho, lo están. Esto se debe a que tienen su perfil, lo sepa usted o no.

Mientras tanto, el desarrollador de software que creó la aplicación gratis que nuestro confiado usuario descargó recibe una compensación por parte de la red publicitaria. La compensación aumenta en la medida en que el perfil del usuario adquiere más detalles y precisión. Por lo tanto, cuanto más personal y detallada sea la información que recopila la aplicación, mayor será el pago que recibirá el desarrollador de software. Entonces, si bien el desarrollador de software le entregó su aplicación gratis, usted la paga (a menudo generosamente) con el uso de la aplicación y su información personal.

El software gratuito no debe tener lugar en la empresa 

Traslademos esto al mundo empresarial. Sus empleados, colegas y socios comerciales necesitan herramientas para poder hacer su trabajo. Supongamos que Bob, de Ingeniería, necesita enviar el diseño de un producto nuevo a la compañía con la cual usted se ha asociado para crear un prototipo. El archivo de diseño del producto es enorme, demasiado grande para enviarlo como adjunto a un mensaje de correo electrónico. El socio está esperando el archivo y Bob no quiere demorar las cosas, así que va a Internet y descarga un software gratuito que le permite compartir el archivo en la nube. Coloca el archivo de diseño del producto allí y le envía al socio un vínculo para darle acceso. El socio lo descarga y la actividad continúa.

¿Qué acaba de pasar?  Además de haber puesto su propiedad intelectual en una herramienta de uso compartido de archivos desconocida que está disponible gratis en la nube, la aplicación de software “gratis” que Bob utilizó atrajo una o más redes publicitarias a su computadora. A estas redes se les hace agua la boca con la información que pueden conseguir acerca de Bob, de su computadora y de las personas de su lista de contactos. Las redes publicitarias les venden “tiempo de difusión” a los anunciantes que insertan contenido en el equipo de Bob. Lamentablemente, también es posible que el contenido insertado sea en realidad publicidad malintencionada, o malware camuflado como anuncios. El equipo de Bob podría estar infectado con malware que busca propagarse a su red más amplia. Ya puede ver hacia dónde vamos…

Esta no es una situación hipotética;  sucede. Las compañías responsables deben impedir que los empleados descarguen y utilicen aplicaciones de software gratis que no hayan sido examinadas minuciosamente por sus expertos en TI. Lo que es más importante, las compañías deben proporcionar a sus empleados una alternativa segura que les permita compartir archivos con personas que se encuentren fuera del firewall de la empresa sin correr riesgos. Si no hay un software autorizado oficialmente, los empleados encontrarán alternativas, y esa opción es peligrosa.

Por eso, simplemente queremos recordarle que el software gratis no existe. Tal vez no lo pague con dinero, pero lo pagará de otro modo.

Daren Glenister